Publicado 11/11/2020

Las sustituciones terminaron con el gol del cojo

José Sancho Manero, socio número uno del CD.Caspe, ha vivido muchos de los cambios por los que ha atravesado el fútbol y entre ellos el de las sustituciones, cuando existía el llamado gol del cojo

El reglamento del fútbol ha ido evolucionando a lo largo de la historia aunque todas las reformas no han tenido la misma trascendencia. Entre las modificaciones que llevaron a un distinto proceder de los equipos se encuentra la de las sustituciones.
En un principio, los equipos formaban con once jugadores y estos mismos concluían el tiempo reglamentario. La primera variante de esta norma se vio en el Campeonato Sudamericano (lo que hoy es Copa América) en el año 1935 pero se trató de un caso experimental, fue un caso aislado.
Los equipos que no practicaban el "juego limpio" (fair play), sacaban a un jugador encargado de lesionar a un contrario, casi siempre al portero, y así lograr una superioridad numérica.
En 1965 el reglamento permitió un cambio por lesión, dos años después por motivos técnicos y en 1968 se aprobarían los dos cambios y nacería el banco de los suplentes.
Pasaría un cuarto de siglo hasta que en la 94/95 el reglamento añadiría a los dos cambios la sustitución del portero, y en la siguiente (95/96) el llamado 2+1 se convertiría en tres cambios independientemente del jugador a sustituir.
Así ha sido hasta este año en el que el número de sustituciones ha pasado a cinco.
Lógicamente, toda variación suscita una adaptación y antes, los equipos, cuando tenían un lesionado lo situaban como avanzadilla para que, con el mínimo esfuerzo, si le caía un balón pudiera desnivelar el resultado.

Yo he visto el fútbol de cuando solo había tres defensas, dos medios y cinco delanteros.
He visto el fútbol mucho antes de las tarjetas… el gol del cojo… Se lesionaba un lateral y lo ponían de extremo izquierda. Y Siempre, el cojo marcaba un gol.
Y luego la mano de Javier. Que voluntariamente siempre hacía una mano, o sea que ¡bah! Pero fuera del área. Que no era penalti, claro.
El ambigú que lo llevaba el tió Julio, el barbero. Luego lo cogió Emilio Barberán. Luego el tió Manuel Camas abrió el Capricho cuando se jubiló del bar de abajo y abrió el bar de arriba. Y al descanso se llenaba de gente. Yo era chiquillo, claro.
Hasta festejando, y me casé en el setenta y cuatro, íbamos con la novia al fútbol, y…, y sacaba la entrada de la novia y todo. Yo ya tenía mi tarjeta, y ya está.